LA COMIDA ES EL OTRO HOGAR de los peruanos (“hogar” en los dos sentidos”). Nuestra
comida es como una casa gigantesca y viejísima, construida sobre cimientos de pueblos,
habitada por ingredientes nativos y exóticos, y abrigada por el fogón de la memoria. Tocados
desde niños po r la magia sutil y poderosa del saborear como los reyes que no somos, vamos
por el mundo haciendo de profetas de un arte antiguo, cuantioso y casi inverosímil, que nos
devuelve algo de orgullo, no de vanidad. La nostalgia del Perú es una enfermedad que se cura
con recetas de cocina.
5
Nadie se atreva a contar la suma de pueblos que bulle en lo hondo de esta mesa. En el Perú,
la comida puede ser una gala y un rito que se celebra en casas, picanterías, cebicherías y
chifas, y hasta en la propia calle, donde se alza el humo invitador de anticuchos y picarones.
La lista de platos peruanos equivaldría a un diccionario de exotismos: las carnes de cabrito,
cuy, venado, chancho, cordero, sajino; los ríos y el populoso mar con todos los cebiches, el
pejerrey, el suche, el tiradito, el pulpo, el mero, el paiche, los choros...; el seco de chavelo y la
desbordante pachamanca; el ají de gallina, los juanes y el hornado de pavo; la carapulcra, la
ocopa, la fritanga, el ajiaco, la ensalada de chonta y la patasca el locro de gallina, el conejo a la
ayacuchana y el tacutacu; el cielo goloso de los dulces: la mazamorra morada y la de chuño, el
arroz zambito, las tejas de Ica, el king-kong, el sanguito de pasas, los guargüeros, los
voladores, el polvorón, el camotillo, las acuñas de maní, la natilla, el suspiro de limeña, la
chancaca y las humitas ; los brindis habladores con las chichas morada y de maní; la
algarrobina, el chapo de aguaje, el chilcano de guinda y el pisco inspirador: Esta fue solo una
banca de nuestra primera división.
¿Quiénes somos los peruanos, todos juntos a una mesa? Si nos arriesgamos a visitar nuestra
enredada historia, somos impuros, sorpresivos y probablemente imprevisibles. Lo demás no se
sabe.
Somos olas, costas, campos, bosques, selvas y ciudades, barriadas de la miseria, mansiones,
plazas y calles, entre la sed del desierto y el Paraíso en los valles; y, sobre el cielo, los Andes,
que desatan, hechos ríos, sus palacios de cristales. País urdido en la pena, bendecido por los
males, sorteado por los ladrones – dueños de nones y pares – cual manto de un Nazareno
crucificado en tus mares: ¿Salvemos, pues, tu cocina, de peruanos padre y madre!; salve a
indígenas, a zambos, a notentiendos cabales, a chinos, niseis, mulatos, negros rubiales,
quinterones, sacalaguas y a pitucos choleadores de complejos señoriales: en la marmita del
tiempo, unidos, todas las sangres.
1 Adán Felipe Mejía: El corregidor Mejía: Cocina y memoria del alma limeña. Universidad San
Martín de Porres, Lima, 2002. El libro contiene artículos y recetas de cocina de Mejía, así
como crónicas de costumbres. Isabel Álvarez, socióloga y experta en cocina peruana, recopiló
y editó los textos.
Víctor Hurtado
Pago de letras- segunda edición, Lima, noviembre del 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario